Llega el día de la madre, en España y en muchos otros países, y las redes se llenan de listados para regalarle, flores, aquello que viene pidiendo hace tiempo, una escapada, una cena, objetos que se pagan con dinero.
El dinero paga muchas cosas pero no las más importantes: tiempo con la familia, tiempo con nuestros hijos, con nuestras madres y padres, con los abuelos, con los primos, con lo esencial de la vida.
Siempre tenemos presente que los hijos crecen, que hay que disfrutarlos en cámara lenta, que tenemos que dedicarles tiempo mientras aún podemos cogerlos en brazos, pero pocas veces o casi nunca recordamos que nuestros padres también crecen y que algún día puede que ya no estén.
Tiempo con ella, tiempo de calidad, momentos para conversar con ella, momentos sin móviles ni tablets, paseos en familia y sobre todo comenzar a valorar los instantes que también se evaporan con los años.
El mejor regalo es ese para una madre, que sus hijos crezcan felices, que en casa su papel no sea el de cargar con todo y que una vez al año se le reconozca. El mejor regalo es demostrarle que a partir de ahora cambiarán las cosas, que todos trabajaréis para hacer del hogar un rincón en el mundo especial, todos trabajaréis para cuidar de vuestro espacio común.
Y disfrutarla, disfrutarse mucho porque lo especial es tener una madre con quien festejar el Día de la madre.